El novio en la mañana de la boda, llegó a buscar a Ángela Vicario con dos horas de retraso, y ella se había negado a vestirse de novia mientras no lo viera en la casa.
Se dio la boda. Trajeron tantos regalos, que fue preciso restaurar el local
olvidado de la primera planta eléctrica para exhibir los más admirables, y el resto los llevaron de una vez a la antigua casa del viudo de Xius que ya estaba dispuesta para recibir a los recién casados.
La boda terminó a las 6 pm del sábado. Los recién casados aparecieron
poco después en el automóvil y Bayardo ordenó que se siguiera la fiesta. A las 2 am del domingo Bayardo llevó a pie a Ángela a su casa.
A las 3 am la madre mandó a llamar a los gemelos, que encontraron a s u hermana t umbada en un sofá y con la cara marcada a golpes, ellos le preguntaron quién f ue y ella les dijo que Santiago.
los gemelos Vicario pasaron por el depósito dela pocilga, donde guardaban los útiles de sacrificio, y escogieron los dos cuchillos mejores. Los envolvieron en un trapo, y se fueron a afilarlos en el mercado de carnes a las 3:20 am
Santiago convenció al narrador y a su hermano de que le fueran a cantar a
los recién casados antes de las 4:00 am.
Los hermanos entraron a la tienda de doña Clotilde a las 4:10 am. Ella les preguntó que querían hacer y ellos le dijeron que matar a Santiago, por lo que f ue a despertar a su marido, pero él le dijo que no lo harían
Santiago Nasar se levantó a las 5:30 am para esperar el buque en que
llegaba el obispo. Había dormido poco y mal y los interpretó como estragos nat urales de la parranda de bodas.
Santiago Nasar le contó entonces el sueño a su madre, pero ella no les puso atención a los árboles.
salió de su casa a las 6:05 am. El único lugar abierto en la plaza era una tienda de leche a un costado de la iglesia, donde estaban los dos hombres que esperaban a Santiago Nasar para matarlo.
Flora Miguel invitó a Sant iago a desayunar a las 6:25 am, Santiago dijo que se iría a cambiar y que llegaría en 15 minutos
De camino vio al padre Amador y a don Lázaro Aponte.
Faustino y se la comunicó a un agente de la policía que pasó poco más tarde a comprar una libra de hígado para el desayuno del alcalde.
El coronel se enteró de las intenciones de los gemelos y los f ue a buscar, encontrándolos en la casa de doña Clotilde y quitándoles los cuchillos. Los gemelos se fueron por otros dos cuchillos.
Indalecio Pardo encontró a Santiago Nasar llevado del brazo por Cristo Bedoya entre los grupos que abandonaban el puerto, y no se atrevió a prevenirlo
Yamil Shaium llamó a Cristo Bedoya para consultarle sobre el rumor, separándolo de Santiago. Cristo Bedoya tuvo tiempo apenas de escuchar la información de Yamil Shaium cuando salió corriendo de la tienda para alcanzar a Santiago Nasar. Lo había visto doblar la esquina, pero no lo encontró entre los grupos que empezaban a dispersarse en la plaza.
Santiago entró a la casa de su novia. Flora Miguel lo esperaba en la sala, verde de cólera, con uno de los vestidos de arandelas infortunadas que solía llevar en las ocasiones memorables, y le puso el cofre de las cartas que Santiago Nasar le había mandado desde el colegio en las manos.
Nahir Miguel salió del dormitorio al cabo de unos minutos, hizo una señal con la mano y la familia entera desapareció, le preguntó que si sabia que los hermanos Vicario lo buscaban para matarlo, y Santiago se puso pálido.
Todos lo vieron salir, y todos comprendieron que ya sabía que lo iban a
matar, y estaba tan azorado que no encontraba el camino de su casa. Dice n que alguien gritó desde un balcón: «Por ahí no, turco, por el puerto viejo». Santiago Nasar buscó la voz. Yamil Shaium le gritó que se metiera en s u tienda, y entró a buscar su escopeta de caza, pero no recordó dónde había escondido los cartuchos. De todos lados empezaron a gritarle, y Santiago Nasar dio varias vueltas
Cristo fue a la casa de Santiago, pero Divina le dijo que Santiago no había
llegado, eran las 6:56 am.
A las 6:58 am Cristo tomó la magnum de Santiago. Se topo a Placida y ella le dijo que se había ido a buscar topar al obispo.
Cristo iba otra vez hacia el puerto cuando sintió que lo llamaban desde l a
tienda de Clotilde Armenta. Pedro Vicario estaba en la puerta, y le dijo que le dijera a Santiago que lo estaban esperando para matarlo. Cristo, de saber disparar le habría disparado ahí, pero no tuvo el valor.
Cristo llego al Club Social, donde se encontró al coronel Lázaro, y al contarle todo, él le dijo que se encargaría de eso, pero entró en el Club Social a confirmar una cita de dominó para esa noche, y cuando volvió a salir ya estaba consumado el crimen.
Cristo Bedoya cometió entonces su único error mortal: pensó que Santiago Nasar había resuelto a última hora desayunar en casa del narrador antes de cambiarse de ropa, y allá se fue a buscarlo.
Próspera Arango, la cachaca, le suplicó que hiciera algo por su padre que
estaba agonizando en el sardinel de su casa, inmune a la bendición f uga z del obispo. Cristo Bedoya demoró cuatro minutos en establecer el estado del enfermo, y prometió volver más tarde para un recurso de urgencia, pero perdió tres minutos más ayudando a Próspera Arango a llevarlo hasta e l dormitorio.
Antes de abandonar la tienda, sin ponerse de acuerdo, Santiago y Yamil se
santiguaron. Entonces Clotilde Armenta agarró a Pedro Vicario por la camisa y le gritó a Santiago Nasar que corriera porque lo iban a matar.
Santiago Nasar estaba a menos de 50 metros de su casa, y corrió hacia la puerta principal, entró por la puerta de la plaza y subió por las escaleras de buque de los dormitorios. Plácida Linero vio entonces el papel en el suelo, pero no pensó en recogerlo, y sólo se enteró de lo que decía cuando alguien se lo mostró más tarde en la confusión de la tragedia. A través de la puerta vio a los hermanos Vicario que venían corriendo hacia la casa co n los cuchillos desnudos. Desde el lugar en que ella se encontraba podía verlos a ellos, pero no alcanzaba a ver a su hijo que corría desde otro ángulo hacia la puerta. Santiago Nasar necesitaba apenas unos segundos para entrar cuando se cerró la puerta. Alcanzó a golpear varias veces co n los puños, y en seguida se volvió para enfrentarse a manos limpias con sus enemigos.
Ambos siguieron acuchillándolo contra la puerta, con golpes alternos y
fáciles, flotando en el remanso deslumbrante que encontraron del otro lado del miedo. No oyeron los gritos del pueblo entero espantado de su propio crimen.
Después de buscarlo a gritos por los dormitorios, oyendo sin saber dónde otros gritos que no eran los suyos, Plácida Linero se asomó a la ventana de la plaza y vio a los gemelos Vicario que corrían hacia la iglesia. Iban perseguidos de cerca por Yamil Shaium, con su escopeta de matar tigres, y por otros árabes desarmados y Plácida Linero pensó que había pasado el peligro. Luego salió al balcón del dormitorio, y vio a Santiago Nasar frente a la puerta, bocabajo en el polvo, tratando de levantarse de su propia sangre.
Tuvo todavía bastante lucidez para no ir por la calle, que era el trayecto más
largo, sino que entró por la casa contigua. Descendió las escalinatas del muelle antiguo buscando con paso firme el rumbo de su casa. Tropezó en el último escalón, pero se incorporó de inmediato. Después entró en su casa por la puerta trasera, que estaba abierta desde las seis, y se derrumbó de bruces en la cocina.
Los gemelos irrumpieron jadeando en la Casa Cural, perseguidos de cerca
por un grupo de árabes enardecidos, y pusieron los cuchillos con el acero limpio en la mesa del padre Amador. Ambos estaban exhaustos por el trabajo bárbaro de la muerte, y tenían la ropa y los brazos empapados y la cara embadurnada de sudor y de sangre todavía viva
La familia completa de Bayardo se fue de la ciudad
Doce días después del crimen, el instructor del sumario se encontró con un pueblo que se precipitaba a declarar sin ser llamado, ansioso de exhibir su propia importancia en el drama. Acababa de graduarse, y llevaba todavía el vestido de paño negro de la Escuela de Leyes, y el anillo de oro con el emblema de su promoción, y las ínf ulas y el lirismo del primíparo feliz. Pero nunca supe su nombre.
Ángela tuvo que acompañar a su madre a un examen de la vista a Riohacha, donde vio a Bayardo, a quien había amado desde la paliza que le dio su madre, y le empezó a escribir.
Diez años más tarde, desde que Ángela empezó a escribirle a Bayardo, ésta soñó con él. Y a partir de ahí le siguió escribiendo durante 17 años.
Una tarde de agosto, Bayardo volvió a la casa de Ángela (diferente; estaba
gordo y se le empezaba a caer el pelo, y ya necesitaba espejuelos para ver de cerca) con dos maletas, una de ropa, y otra con cas i 2000 cartas de ella
sin abrir, dispuesto a volver con ella.
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